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martes, 6 de marzo de 2012

Capítulo 8

Pasaron 6 meses, y mis padres me llevaron a ver a Gorok y a su hijo, Michael. Yo estaba muy feliz. Llegué, y Michael me puso una capa tipo Harry Potter, fea para mi gusto, pero que me ayudaría a aprender a usar mis poderes. Pregunté qué tenía que hacer, y me dijeron que sólo lo que mi mente me ordenara. En ese momento, Michael miró a Gorok, que asintió mirándole de reojo. No entendía de qué se trataba hasta que Michael, de repente, me lanzó una bola de fuego, y yo, sin pensarlo, la cogí y se la devolví; a ello sacó una sonrisa.
-Bien, muy bien-dijo Gorok sentándose en su trono-.
-¿Eh? ¿Cómo he hecho eso?- Me miré las manos, pero no tenían ninguna quemadura-.
-Eres una "Elegida", ¿no?
-Sí, o eso me han dicho mis padres.
-Pues entonces es normal; y viendo cómo acabas de devolver esa bola, usarás tus poderes pronto. 
-¡Bien!-respondí feliz-.
-Pero primero tienes que aprender a controlarte-dijo Michael- o si no los usarás en todo momento y delante de todo el mundo.
-Vale-respondí-.
De repente, Michael me envió una bola, pero esta vez de hielo. Hice como de la otra vez, se la devolví; y Michael me tiró una pelota de fútbol, pensando que utilizaría mis poderes para devolvérsela, pero me agaché y le di una patada. Pero, sin querer, le di a mi padre en la espalda, que contemplaba cómo usaba mis poderes perfectamente. Me disculpé, pero mi padre me dijo que daba igual. Gorok interrumpió ese silencio diciéndome que era la mejor alumna que tuviera en todos los años que llevaba dando clase; incluso era mejor que su hijo. Me sentí especial.
-¿Cómo que es mejor alumna que yo?-protestó Michael-.
-Sí, Michael, es cierto. Pero tú eres mi hijo, y siempre serás el mejor para mí-respondió Gorok llorando; de felicidad, creo-.
Michael era alto, rubio, de ojos azules y grandes, pero, a pesar de su belleza, parecía que tenía un ego más grande que él; pero a mí me empezaba a gustar.
Se acercó a mis padres y dijo por lo bajo:
-Su hija me está quitando el puesto.
Le oí, y no podía quedarme callada, pero tampoco podía pasarme, porque si no Gorok me odiaría. 
-¿Qué piensas, que eres perfecto? ¡Pues no!
Gorok me miró con cara de pocos amigos. Me escondí tímidamente detrás de una silla grande, casi parecía un trono, de oro y en los reposa brazos tenía una tela muy peculiar, parecía que la había visto antes, pero no recordaba dónde. 
MIchael se sentó en su trono (una silla de playa) y respondió bastante cabreado:
-No, no soy perfecto, pero tú tampoco-se levantó y miró a su padre rápidamente y se volvió para mirar a los míos-aun que al parecer tu vida siempre ha sido genial ¿no es así?
-No,-respondí-estás muy equivocado- de pequeña lo pasaba muy bien jugando en el parque con mis amigas y nuestras muñecas, pero ahora que soy mayor, me doy cuenta de que la vida no es un cuento de hadas, de que ser mayor tiene sus complicaciones, pero también tiene sus ventajas, y de que la gente no siempre es como parece ser, es más falsa, más superficial...-miré a mis padres me armé de valor y, tras un suspiro, dije todo lo que pensaba- luego, mi vida en casa es normal, incluso te diría que aburrida, pero... mis padres... bueno... son padres, tienen que cuidarme e imponerme normas, pero las mías ya son muchas. Tengo 16 años, ya creo que tengo bastante autoridad como para salir hasta las 2 de la mañana, o por lo menos hasta las 12. 
Mis padres me miraron y asintieron, como si a partir de ahora me dejara más libre para hacer lo que quiera. Mi cara se iluminó y expresó una sonrisa de oreja a oreja.

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